lunes, 27 de febrero de 2012

SHAME, Steve McQueen (2011) [6,9/10]

Shame habla de la adicción al sexo de Brandon (Michael Fassbender), un neoyorquino aparentemente envidiable, atractivo, con su pisazo en Manhattan, su puesto de ejecutivo y su placentera vida sexual; a quien un día sorprende la inesperada visita de su hermana, la cual descoloca su mundo de perfección.


La dirección es impecable, sabiendo transmitir correctamente el universo en el que vive Brandon. Lo cierto es que los conocimientos vídeo-artísticos del director Steve McQueen, lejos de hacer de Shame un tostonazo pretencioso a más no poder, se ponen adecuadamente al servicio de la historia y crean la atmósfera adecuada para hacernos experimentar las sensaciones de su protagonista (hasta cierto punto, claro).


Siendo además McQueen co-guionista, es de justicia señalar que el de Brandon es un personaje espléndidamente creado, cuyos detalles han sido cuidados al máximo y a quien Fassbender da vida de una forma absolutamente magistral. Así, el actor alemán demuestra una vez más ser toda una estrella en potencia que viene pisando fuerte en esto del séptimo arte.


Es a nivel de guión donde la película me falla un poco, dándome la sensación de que sus creadores se han subido al puñetero carro de “no dárselo todo mascado al espectador”, “que sea él quien saque sus propias conclusiones”. Es una opción respetable, sin duda, pero creo que en esta película no funciona, no considero que se den las claves suficientes para entender bien las motivaciones de los personajes.

jueves, 23 de febrero de 2012

CAYO LARGO, John Huston (1948) [8/10]

Cayo Largo de John Huston es cine negro clásico del bueno, de ese que deja buen cuerpo y llena el alma de satisfacción cuando el letrero de The End aparece en pantalla. Con esta película, Huston volvió a demostrar que era uno de los grandes cuando de contar historias se trataba.


Uno de los principales fuertes de esta claustrofóbica obra basada en la homónima de Maxwell Anderson es su reparto. La pareja de cine está sencillamente espléndida, y Claire Trevor vio reconocido su trabajo con un Oscar a la mejor actriz secundaria. Pero el que desde luego se come la pantalla con patatas es Edward G. Robinson, en el papel de un sanguinario gángster que quita el hipo y rebosa credibilidad en cada plano.


Cayo Largo habla del valor, de la dualidad entre el deber moral y el querer emotivo, de la justicia, y de cómo el derrotismo y la falta de esperanza es lo que acaba definitivamente con los hombres.


Ayudado por la fotografía de Karl Freund, el director nos brinda una magistral puesta en escena y nos transporta a una isla de Florida, en la que el veterano de guerra Frank McCloud (Humphrey Bogart) se reúne con el padre (Lionel Barrymore) y la viuda (Lauren Bacall) de un compañero muerto en combate. Lo que parecía ser un simple encuentro con vistas a reconfortar el dolor por la pérdida de un ser querido, se ve salpicado por la desdichada visita de una banda de mafiosos con un negocio sucio entre manos.


Viendo Cayo Largo con cierta perspectiva ya en pleno siglo XXI, nos damos cuenta de cómo ciertos elementos del cine clásico han permanecido a lo largo de los años sufriendo ligeras modificaciones pero manteniéndose en esencia exactamente igual a como nacieron. Es el caso del gángster interpretado por Edward G. Robinson, en el cual es inevitable ver un embrión de lo que luego hará Joe Pesci en películas como Uno de los nuestros o Casino. Del mismo modo, ese “llanero solitario” hijo de la nada que es Frank McCloud no será mucho más distinto que el que veamos luego en el western, pasando así de un género a otro.


Cayo Largo, por lo tanto, juega muy bien con los iconos, haciendo que muchas de sus imágenes hayan quedado inmortalizadas en las retinas de millones de espectadores de todo el mundo.

domingo, 19 de febrero de 2012

WAR HORSE (CABALLO DE BATALLA), Steven Spielberg (2011) [7,2/10]

La última película de Steven Spielberg es un manifiesto pacifista que refleja de una manera tan agradable como ñoña el absurdo que representa la guerra, esa masacre de hombres que no se conocen para el beneficio de otros hombres que sí se conocen pero que no se masacran.


Basada en una novela de Michael Morpurgo, War Horse (Caballo de batalla) convierte la icónica paloma de la paz en un caballo llamado Joey que cruza el campo de batalla de la I Guerra Mundial “hipnotizando” a los contendientes con los que toma contacto y aportando un poco de amor en medio de tanta barbarie. En este sentido, la historia apuesta por la cooperación y la no-violencia para resolver los problemas, como bien deja claro en algunas interesantes escenas.


La película empieza siendo aburrida, sube muy poco a poco, aunque sí es cierto que al final acaba por ganarme. Contribuyen a esa sensación de aburrimiento y fatiga las interpretaciones de algunos actores (salvo excepciones, desconocidos para el gran público), especialmente la del protagonista (Jeremy Irvine), dueño del caballo, y cuya relación con éste parece que de un momento a otro va a llegar a la zoofilia.


Pero bromas aparte, no hay que olvidar que detrás de la cámara se encuentra un grandísimo cineasta, de ahí que, en medio de tanta cursilería, podamos también disfrutar de preciosos planos aéreos envueltos en las ensordecedoras notas del siempre genial John Williams, permitiéndonos deleitarnos con pequeñas dosis de cine del bueno. ¿Se podía esperar otra cosa de Spielberg?

miércoles, 15 de febrero de 2012

MONEYBALL: ROMPIENDO LAS REGLAS, Bennett Miller (2011) [7,4/10]

Un humilde equipo de béisbol se ve golpeado por la lacra que supone el que los grandes equipos les roben sus jugadores mediante contratos multimillonarios. El manager del equipo, Billy Beane (Brad Pitt); y su joven asesor Peter Brand (Jonah Hill), tratarán de devolverle la dignidad al club aplicando una vieja fórmula que viene a cambiar de arriba abajo toda la filosofía del deporte profesional.


Basada en un hecho real recogido en el libro de Michael Lewis, una de las cabezas pensantes a las que debe su guión Moneyball es Aaron Sorkin, reputado guionista de La red social. Así, de nuevo se nos habla de la fuerza que puede albergar un individuo en su interior, ya sea para crear la red social más grande de todo el mundo o para luchar contra las superpotencias económicas en que se han convertido algunos equipos de la liga profesional de béisbol.


Moneyball: Rompiendo las reglas resucita la historia de David contra Goliat, y transmite esa satisfacción que otorga el hacer las cosas por el mero hecho de creer en ellas y disfrutar haciéndolas. Lo significativo de Moneyball es que, además, su historia puede ser perfectamente extrapolada a cualquier deporte en cualquier país. En España, sin ir más lejos, sabemos que la Liga va a ser del Madrid o del Barça, y luego ya vendrán los otros, pero no porque sean peores jugando, sino porque sus clubes tienen menos dinero. Y lo más interesante de esto es que no sólo se aplica al deporte, sino a la vida en general: si tienes dinero eres alguien; si no, no lo eres.


No conocía la breve filmografía de Bennett Miller, pero lo cierto es que en este filme demuestra ser un interesante director que ha sabido trasladar correctamente a imágenes el material proporcionado por Sorkin y Steven Zaillian, emocionando en cada plano y logrando una creíble puesta en escena.


Sin duda, otro de los fuertes de Moneyball son sus interpretaciones, destacando especialmente Philip Seymour Hoffman. Es también digna de mención la icónica pareja que forman Billy y Peter, la cual nos regala algunos de los momentos más divertidos y emocionantes de la película.

sábado, 11 de febrero de 2012

LOS DESCENDIENTES, Alexander Payne (2011) [5,6/10]


Ya tengo película sobrevalorada para este año. Si en 2010 me tuve que resignar viendo cómo El discurso del Rey acaparaba todos los premios y alabanzas de la crítica mientras que otras películas igualmente interesantes se veían condenadas al más triste de los olvidos (127 horas), creo que este año tampoco me libro, y la destinada a convertirse en blanco de mis manías ha sido Los descendientes, del aclamado director Alexander Payne.

Basada en una novela de Kaui Hart Hemmings, el calificativo más benévolo que podemos colgarle a Los descendientes es el de “lenta, de ritmo pausado”, pero tampoco nos convertiremos en el colmo de la crueldad si decimos que es más bien tirando a aburrida.

Lo siento en el alma, pero a mí la película no me ha conmovido ni me ha emocionado lo más mínimo. Cuenta la historia de un hombre que pierde a su mujer en un accidente y ha de lidiar ante una difícil situación, con dos hijas a su cargo y posteriores golpes que se le irán desvelando al personaje a lo largo de la trama en forma de interesantes aunque tardíos giros de guión.

La película cuenta con una buena dosis de humor negro mal explotado (tampoco parece que fuese su intención principal) que no deja de hacerme pensar en la joya que hubiesen hecho Azcona y Berlanga en caso de haber tenido esta historia en sus manos. Pero ni Payne es Berlanga (¡las ganas que tiene!), ni Nat Faxon y Jim Rash son Azcona; y lejos de optar por contar una historia tragicómica y gamberra de humor negro que muestre la picaresca de nosotros los seres humanos, se opta por mantener la compostura y pretender hacer algo serio y profundo que deje algún tipo de poso en el corazoncito del espectador. Y es ésta una opción muy respetable, pero para ello hay que saber hacerlo, y Los descendientes no lo consigue ni de lejos.

Ignoro si el personaje del novio de Alex (Shailene Woodley) aparecía en la novela, pero si era así, que me expliquen de quién es sobrino el actor, porque lo cierto es que en la película interpreta a un personaje total y absolutamente prescindible. Cuando aparece en pantalla sobra, y cuando no aparece tampoco se le echa en falta.

La interpretación de Clooney es correcta, pero tampoco me parece como para tirar cohetes, y hay unos cuantos diálogos que me jugaría la mano derecha a que no han pasado una segunda revisión (la escena del final en la que Clooney aparece despidiéndose de su esposa es digna de un doblaje de El Informal).

En definitiva, una película totalmente prescindible que será recordada por todos y que gozará de un reconocimiento que no merece ni en broma.


martes, 7 de febrero de 2012

SHERLOCK HOLMES, Guy Ritchie (2009) [7/10]

La primera parte de la saga de Sherlock Holmes (parece que van camino de la tercera), dirigida por Guy Ritchie, cuenta con una trama que me atrapa y me lleva con ella, pero lo hace a marchas forzadas. Quiero decir, no me seduce, me obliga a ir con ella y no tengo más remedio que creérmela. Me sorprende, pero no me convence, por muchos flashbacks para tontos que utilice, o quizá precisamente a causa de ellos.


Las claves se le ofrecen al espectador en forma de diálogos tan ingeniosos como rápidos, siendo imposible digerirlos y ante los que uno se tiene que rendir, aceptando a pies juntillas lo que los guionistas dicen.


El fallo, por lo tanto, es más de guión que de otra cosa, porque lo cierto es que los actores hacen gala de unas aceptables interpretaciones, destacando un anti-heroico Robert Downey Jr en el papel del gran Sherlock Holmes.


Es digna de destacar también la fotografía de Philippe Rousselot, que retrata un Londres tan antiguo como irreal, en plena Revolución Industrial, en la que se desarrolla esta entretenida historia basada en el cómic de Lionel Wigram y que incluye conspiraciones, sociedades secretas y corrupción política.


Todos estos elementos hacen del Sherlock Holmes de Guy Ritchie una película tan entretenida como olvidable.

viernes, 3 de febrero de 2012

EL CHICO, Charles Chaplin (1921) [8,3/10]

Estoy seguro de que hubo un tiempo en que las emociones y los sentimientos de gran parte de los espectadores del mundo pertenecieron a Charles Chaplin. Hoy, en plena era digital, mis sentimientos y mis emociones le han vuelto a pertenecer allí donde quiera que esté.


Y es que si existe algún contexto en el que mejor quepa hablar de “magia del cine”, ha de ser indiscutiblemente uno ligado a este señor con mirada de pillo, pantalones bombachos y bigote ridículo.


El chico es otra de esas películas que bien puede catalogarse como “definición de cine”. Enternecedora hasta la médula, en ella el maestro Chaplin nos muestra imágenes que nos sobrecogen, que nos fuerzan a esbozar una sonrisa, pero también a soltar alguna que otra lágrima.


Chaplin apenas necesita nada para arrancarte el corazón y metérselo en el bolsillo. No se complica en la realización ni en las tramas enrevesadas, le basta con un parque, un policía y una chica guapa, como él mismo dijo.


Muy autobiográfica, en El chico Chaplin habla de la figura paterna que siempre echó en falta, por lo que sorprende aún más que lo haya logrado plasmar tan magistralmente. Era el mejor.