domingo, 30 de mayo de 2010

LA MIRADA DE ULISES, Theo Angelopoulos (1995) [7/10]

La mirada de Ulises es una película del director griego Theo Angelopoulos que se llevó el Gran Premio del Jurado y el FIPRESCI en Cannes en 1995. En ella asistimos al regreso de un director de cine (Harvey Keitel) a su tierra en busca de tres bobinas rodadas por los hermanos Manakis, los primeros cineastas griegos, que se cree que albergan en su seno la primera película griega sin revelar.

A través del viaje de A, que así es como, según el estudioso de Angelopoulos Andrew Horton, aparecía el nombre del director en el guión original (¿quizá se llame así por Angelopoulos?), el espectador recorre los diferentes escenarios de la península balcánica sumergida en los conflictos bélicos de la época. En ese viaje en el que A en busca de las tres bobinas cumple el mismo papel que Ulises en busca de Ítaca, asistimos a un paisaje de filmotecas y cines destruidos por las bombas. También vemos niebla y melancolía, la cual viene reforzada por la excelente música de Eleni Karaindrou. El director asiste mediante sus recuerdos a escenas de su pasado, familiares y amorosas, todas ellas envueltas en un poso de nostalgia.

En lo que a la realización se refiere, llaman la atención los planos larguísimos que se marca el director, en algunos casos secuencia, los cuales funcionan a la perfección gracias a unos actores de raza como son Keitel y Erland Josephson, que se olvidan de la cámara para convertirse en los personajes que interpretan. En este sentido cabe destacar la escena en la que el director asiste al fin de año (en verdad son varios fines de año) que celebraba con su familia, todo rodado en una toma, por no hablar del escalofriante fuera de campo del final.
Las referencias al cine también son de agradecer: esos brindis a la salud de Dreyer y Murnau, esa filmoteca que alberga copias de Metrópolis y de Persona, pero por favor, no más desnudos integrales de Harvey Keitel.


viernes, 28 de mayo de 2010

TIBURÓN, Steven Spielberg (1975) [8'5/10]

Si no haber visto ciertas películas a estas alturas fuese pecado, hace ya mucho tiempo que yo me habría ganado una lujosa estancia en el infierno. Por eso, hoy he aportado un granito de arena más para lograr mi pasaporte al cielo viendo una obra que, si bien conocía, no la había visto aún. Hablo de Tiburón, de Steven Spielberg.

La historia de Tiburón, basada en la novela homónima de Peter Benchley, se desarrolla en un pueblecillo costero que vive del turismo veraniego. Ocurre que este verano uno de los bañistas es nada menos que un tiburón blanco con mucha hambre, con lo cual el pánico está servido y Spielberg puede pulsar el REC para contarnos la historia con imágenes.
Spielberg, junto con otros de su quinta como Scorsese, Coppola o Lucas, forma parte de lo que se conoce como Nuevo Hollywood, ese periodo en el que el séptimo arte tiene que vérselas con la televisión y, debido a la proximidad en el tiempo de la Guerra de Vietnam, la presencia de la violencia en las pantallas es constante. Esto, al igual que en El Padrino o en cualquier filme de Scorsese, también puede rastrearse en Tiburón, donde se nos presenta una sociedad materialista, superficial, corrupta y violenta. No importa que la vida de los niños jugando a la pelota en el agua corra peligro mientras los turistas sigan llegando y los negocios vayan bien.
Me ha llamado poderosamente la atención el personaje de Quint, interpretado por Robert Shaw. Si su presentación es rompedora y otorga a la película una fuerza considerable, la cosa mejora en el momento en que se suelta ese discurso de marcado carácter antibelicista (recordemos de nuevo la proximidad de Vietnam) acerca de sus infortunios en la guerra, cuando tuvo que entregar la bomba que destrozaría Hiroshima.

Tiburón fue la primera película que se estreno en todas las salas de Estados Unidos a la vez, destacando su fuerte campaña de marketing y promoción. La película, con algún susto que otro por ahí, es realmente magistral, e histórica es ya esa banda sonora de John Williams que, sólo con oírla, nos empuja a mirar a nuestro alrededor en busca del tiburón.


miércoles, 26 de mayo de 2010

MUERTE EN VENECIA, Luchino Visconti (1971) [3'5/10]

En 1971 Luchino Visconti realiza Muerte en Venecia, basándose en la obra homónima de Thomas Mann. En ella vemos a un director de orquesta, Custav von Aschenbach (Dirk Bogarde), que acude a una Venecia asolada por la peste para terminar de vivir una vida en la que no ha terminado de triunfar, sobre todo en lo que se refiere al arte y al amor. Su amor platónico, el joven Tadzio (Björn Andrésen) (que, por cierto, adopta continuamente una postura muy similar al David de Miguel Ángel, para continuar con las referencias a lo artístico), le rechaza (no olvidemos que el propio Visconti también era homosexual), y su última obra ha sido un rotundo fracaso.
Si bien no vi la película en las mejores condiciones, me pareció un aburrimiento bastante importante. Planos muy bonitos, mucha poesía con la imagen, pero un poco coñazo. Una de las cosas que más gracia me hizo fue las conversaciones que el personaje interpretado por Bogarde mantiene con su colega, algo nada pedante de lo que todo el mundo habla en la barra del bar. Con un exceso de zooms que ponen de muy mal humor, veremos si Muerte en Venecia aguanta un segundo visionado, pero de momento me temo que no.


lunes, 24 de mayo de 2010

ROMA, CIUDAD ABIERTA, Roberto Rossellini (1945) [8/10]

Roma, ciudad abierta fue el pistoletazo de salida del neorrealismo italiano, su manifiesto. Rossellini comenzó a trabajar en ella cuando aún la guerra estaba por terminar. No sólo es una de las mejores obras del director italiano, sino que también es una de las películas más importantes de toda la Historia del Cine.

La película se ambienta en la ocupación de Italia por parte de las tropas nazis. La GESTAPO va buscando por las casas a los distintos miembros de la resistencia antifascista, agrupados en torno al Comité Nacional de Liberación.
Aparte de la obvia crítica al fascismo explícito, Rossellini también realiza en Roma, ciudad abierta una crítica a la burguesía y a los ricos, encarnada en esas actrices que se venden al enemigo por un lujoso abrigo de piel y que únicamente piensan en beber y divertirse, aún cuando están siendo asediadiados por los nazis.
El argumento del filme está basado en historias reales. El propio Rossellini salió a buscar testimonios de la gente que lo vivió, y rodó en los escenarios reales donde habían ocurrido los hechos que se narran en la película. De hecho, el personaje del padre don Pietro (Aldo Fabrizi) está inspirado en la figura del sacerdote Luigi Morosini, torturado y asesinado por los nazis por ayudar a los antifascistas.

Roma, ciudad abierta se llevó la Palma de Oro en el Festival de Cannes de 1946 y fue censurada en Estados Unidos (donde se recortaron 15 minutos), Argentina (en 1947) y la República Federal Alemana (entre 1951 y 1960).

sábado, 22 de mayo de 2010

TESIS, Alejandro Amenábar (1996) [6'8/10]

Lo cierto es que, como estudiante de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, me es difícil ser objetivo con esta película hecha en mi centro de estudio por alguien que, según tengo entendido, dejó la carrera al finalizar tercero, o sea, un año antes de donde estoy yo ahora (ya me puedo poner las pilas, visto lo visto).
Con Tesis Alejandro Amenábar se inició en el largometraje consolidándose como una de las potentes promesas que albergaba el cine español. En dicha película el director realiza una crítica hacia el tratamiento que desde los medios de comunicación se hace de la violencia, con informaciones cargadas de frialdad y morbo.

Ángela (Ana Torrent) está haciendo una tesis sobre la violencia en el audiovisual, lo cual le lleva a toparse con el género snuff-movie. Investigando acerca del tema, da con una cinta en la que aparece grabado el asesinato de una antigua alumna de la facultad que desapareció hace un par de años. Junto con su compañero Chema (Fele Martínez) seguirá indagando a lo largo de un interesante thriller en el que se descubre todo un mercado de snuff-movies, y tratarán de averiguar quién está detrás de todo ello.

Ya desde el inicio Amenábar nos da una pista acerca de lo que vamos a ver, cuando nos no-muestra un muerto partido por la mitad en la vía de un tren que el espectador, como buen morboso que es, quiere ver, pero Amenábar lo impide.
La película posee en ocasiones interesantes diálogos, como ese que se produce entre Ángela y Bosco (Eduardo Noriega) cuando éste va a comer a casa de ella, aunque también es verdad que, puesto que muchos de ellos aún no eran los actores más o menos buenos que son hoy en día, la interpretación deja mucho que desear.

Como curiosidades, mencionaría la interpretación de José Luis Cuerda, productor del filme, en el papel de uno de los profesores, así como la aparición del nombre de Alejandro Amenábar en el listado de personas que han comprado la cámara XT-500. También me pareció interesante el homenaje que en ciertas ocasiones se hace al cine, como a La noche del cazador en el pasadizo de las tuberías y El tercer hombre en el concurso que Chema está viendo por la tele. Seguramente haya más, pero ahora sólo me vienen a la cabeza ésos.

Es posible que la película esté sobrevalorada, pero es que eso de ver en una película el escenario en el que tú mismo estás viendo dicha película (ví Tesis en la videoteca de la facultad, la cual sale en la película) y ver que los personajes se mueven por los pasillos por los que tú circulas a diario es algo que no tiene precio.


jueves, 20 de mayo de 2010

EL SALARIO DEL MIEDO, Henri-Georges Clouzot (1953) [6'5/10]

Al igual que a Robert Bresson, hay quien ha metido en el saco de los directores malditos al director de El salario del miedo, Henri-Georges Clouzot. Ambos empezaron en los 40’, cuando Europa estaba sumida en la II Guerra Mundial, y colaboraron con los nazis para potenciar el cine nacionalsocialista. No obstante, el cine que hicieron no gustó en absoluto a los nazis y, por si esto fuese poco, al llegar de nuevo la democracia a Francia sus películas fueron prohibidas, ya que mostraban asesinatos y crímenes (y prostitución en el caso de Bresson). Además, cuando volvieron a hacer cine ya estaban alejados del cine de calidad, y no fue hasta los años 60’ cuando se les empezó a apreciar.

El salario del miedo se ambienta en una ciudad de un país latinoamericano en la que gobierna el hambre y la miseria. No hay trabajo, y la gente hace lo que sea para ganar dinero y conseguir algo que llevarse a la boca. Un día, una compañía petrolífera precisa transportar una ingente cantidad de nitroglicerina a una obra, para lo cual es conveniente contratar a muertos de hambre sin familia que realicen ese peligrosísimo trabajo que sólo alguien extremadamente desesperado (como es el caso de los protagonistas) aceptaría. Así, los jefes de la compañía encuentran en el pueblo donde se desarrolla la historia la cantera perfecta de donde sacar a sus hombres. Serán cuatro los que vayan: Mario (Yves Montand), Jo (Charles Vanel), Luigi (Folco Lulli) y Bimba (Peter van Eyck), repartidos en dos camiones.

A lo largo de la película vemos cómo las relaciones de subordinación y dominio van cambiando. Así, mientras que en un principio Jo aparecía como el hombre que partía el bacalao en el pueblo, a la hora de la verdad, cuando se trata de transportar todos esos kilos de nitroglicerina, demuestra ser un cobarde sin agallas que se caga de miedo.
Esta película de Clouzot bien podría ser una metáfora del trabajo en la que mostrar que, en el capitalismo avanzado, el riesgo que en teoría debería ser asumido por el empresario es en realidad asumido por el trabajador, lo cual no es ninguna tontería, puesto que la forma en que el director nos presenta al dueño de la compañía petrolífera, Bill O'Brien (William Tubbs), no invita a que nos parezca una persona de nuestro agrado, precisamente: sólo el hecho de que quiera contratar muertos de hambre cuya muerte nadie va a lamentar para realizar el trabajo nos da una idea de qué tipo de persona es, así como la forma en que despacha a la madre de un trabajador al borde de la muerte a causa de un accidente laboral.

Con un Yves Montand que en su representación de Mario recuerda ligeramente a Bogart, hay quien ve en esta obra de Clouzot pequeños retazos de reivindicación de lo homosexual. No seré yo el que lo niegue, pues el beso que se dan Mario y Jo (no recuerdo exactamente qué personajes eran) en cierta ocasión bien podría atestiguarlo, pero de ser así, también creo que esa supuesta reivindicación queda sepultada por la propia trama de la película.


Para señalar algo erróneo del filme, creo que la historia en sí tarda en llegar. Nos tiramos mucho tiempo con la presentación de personajes y bien se podría haber cortado metraje inicial, evitando así los 140 minutos que dura la película. Y por supuesto, otro error garrafal es ese final tan estúpido y absurdo que se carga la película y que parece escrito a última hora con la intención de reírse del espectador. Quizá si hubiese estado mejor cuidado podría haber funcionado, pero tal y como aparece en la película es desastroso.



martes, 18 de mayo de 2010

EL CUCHILLO EN EL AGUA, Roman Polanski (1962) [6'3/10]

En 1962 el polaco Roman Polanski se estrenó en el mundo del largometraje con El cuchillo en el agua, una película de poco presupuesto y pocos personajes, pero con muchas posibilidades de convertir a su director en lo que es hoy: uno de los mejores.
En ella vemos a Andrezj (Leon Niemczyk) y Christine (Jolanta Umecka), una pareja que, yendo de camino a pasar el día en su yate, se encuentran con un estudiante (Zygmunt Malanowicz), a quien recogen y se llevan con ellos a pasar el día. Una vez a bordo la tensión entre los dos hombres empezará a notarse, desencadenándose entre ellos una lucha en la que, para ganar, tendrán que dejar patentes sobre el otro sus cualidades varoniles, lo que desembocará en un fatal desenlace.
La película, con un guión bastante trabajado, no tiene especial interés aparte de por ser la carta de presentación de Polanski, pero es llamativa la atmósfera opresiva que el director consigue, paradójicamente, en un escenario abierto como es un lago. También hay que nombrar la carga de erotismo que se genera entre el estudiante y Christine (ésta, por cierto, mujer de extraña belleza), que nos anticipa en cierto modo lo que va a ocurrir.


domingo, 16 de mayo de 2010

LA NOCHE AMERICANA, François Truffaut (1973) [7/10]

En 1973 la película de habla no inglesa ganadora de la estatuilla fue La noche americana, de François Truffaut. Es una de esas películas de cine dentro del cine, en la que el director hace su particular homenaje al oficio del séptimo arte mostrando todos sus entresijos y la forma en que los viven los distintos miembros del equipo, desde los eléctricos hasta el productor, pasando por los especialistas y el director. Así, vemos actores que están borrachos cuando tienen que rodar una escena y son incapaces de acordarse del texto, vemos miembros del equipo que se mueren en mitad del rodaje, y, por supuesto, también vemos cómo el director se convierte en un imán de preguntas a las que tiene que dar respuesta y otro tanto de problemas que tiene que solucionar.


De nuevo, Truffaut vuelve a fichar a Jean-Pierre Léaud, más crecidito ya que en Los cuatrocientos golpes, interpretando magistralmente a un actor con pretensión de ser estrella.
Si tuviese que quedarme con dos momentos de la película, sin dudarlo me quedaría con esa escena en la que Truffaut muestra sus libros de cine: de Bergman, de Godard, de Buñuel, de Dreyer, de Bresson, etc. El otro momento que me puso la piel de gallina fue ese sueño del director (segurísimo que autobiográfico por parte de Truffaut) en el que se ve a sí mismo robando las fotos de una cartelera en la que se estrena Ciudadano Kane. También es memorable esa reflexión que hace una mujer, que, si bien no recuerdo mal, era algo así como “dejaría a un hombre por una película, pero nunca a una película por un hombre”.


viernes, 14 de mayo de 2010

ORDET (LA PALABRA), Carl Theodor Dreyer (1955), [8'8/10]

En la granja de Borgensgaard viven los Borgen, una familia católica y tradicional. La familia está formada por Morten (Henrik Malberg), el padre, junto con sus tres hijos: Mikkel (Emil Hass Christensen), Anders (Cay Kristiansen) y Johannes (Preben Lerdorff Rye), además de la mujer de Mikkel, Inger (Birgitte Federspiel). Ésta está a punto de dar a luz, con lo que sería el tercer hijo de ella y Mikkel. Anders trata de casarse con Anne (Gerda Nielsen), la hija del sastre, a cuyo matrimonio se oponen los padres de ambos por interpretar el cristianismo de distinta forma. Por último, Johannes era un estudiante de teología animado por su padre que acabó por enloquecer y vive encerrado en su habitación. Únicamente sale para predicar la palabra, porque se cree que es Jesús de Nazaret. Un día, la familia será víctima de una profunda desgracia, a la que únicamente un milagro podría ofrecer algún tipo de solución.

Carl Theodor Dreyer ya se consolidó como dinosaurio del cine con La Pasión de Juana de Arco (1928). Al igual que otro director también nórdico como Ingmar Bergman, Dreyer exploraba en sus películas los temas religiosos y filosóficos. De hecho, ambos directores, aún habiendo crecido en el protestantismo, se pasaron al catolicismo con el tiempo. Dreyer se caracteriza por una evolución hacia la búsqueda de lo abstracto en cada una de sus películas, tratando de quitar protagonismo al espacio para concedérselo a los conflictos que viven sus personajes.
Ordet (La palabra), basada en la obra teatral de Kaj Munk, posee uno de los finales más famosos de la Historia del Cine. En la película vemos una interpretación pausada de los actores, que rara vez se miran a los ojos (acercándose de ese modo a la espiritualidad), así como una práctica ausencia de música a lo largo de todo el filme. Ordet (La palabra) es una película lenta, lo cual, por supuesto, no quiere decir que no tenga ritmo, porque lo cierto es que lo tiene, y muy cuidado. Uno de los elementos que contribuyen a crear ese ritmo lento son esos larguísimos planos (a veces planos secuencia) en los que el realizador no corta. De ahí que la película, en más de una ocasión, nos recuerde más bien al escenario de un teatro en el que los actores se desenvuelven e interpretan su papel en el tiempo exacto que dura la obra.

También con una fotografía muy cuidada, Ordet (La palabra) de Dreyer es todo un manifiesto filosófico en el que se defiende que, más que decirse creyente, lo que cuenta es hacer las buenas acciones que de un verdadero creyente se esperan. Hay que ser una buena persona, amar al prójimo y ser más humilde, porque importan más los actos que la fe. Amén.

miércoles, 12 de mayo de 2010

PAISÁ (CAMARADA), Roberto Rossellini (1946) [5/10]

La película se divide en seis capítulos que tienen como contexto la ocupación de Italia por parte de las tropas nazifascistas en el momento en que llegan las tropas aliadas angloamericanas.

Es la peor película de Rossellini que he visto hasta el momento, me ha parecido bastante aburrida y, por lo tanto, pesada de seguir. Pero no por la complejidad de la trama, que en verdad es bastante simple, sino por el hecho de que en ningún momento la historia me ha atrapado para sumergirme en ella. Ninguno de los capítulos, por lo general, me ha generado el más mínimo interés.
De tener que quedarme con alguno de los capítulos, me quedaría con el quinto, en el que tres capellanes americanos llegan a un convento donde dos de ellos, por ser uno judío y el otro protestante, son marginados por el resto de frailes, que, al vivir encerrados y no tener contacto con lo que está pasando en el exterior, son incapaces de comprender las inclinaciones religiosas de los capellanes, a diferencia del tercer compañero, que sí las entiende, aún siendo tan católico como los frailes.

Rossellini, en su línea neorrealista, rodó Paisá con un estilo cuasidocumental, donde me atrevería a decir que incluso se ven imágenes reales, pero ni por asomo llega al dramatismo que consiguió anteriormente con la que, a mi juicio, no sólo es la mejor película de Rossellini, sino una de las mejores obras de la historia del cine: Roma, ciudad abierta.


lunes, 10 de mayo de 2010

STRÓMBOLI, TIERRA DE DIOS, Roberto Rossellini (1950) [6'8/10]

La historia comienza en un campo de concentración en la Italia de posguerra, en 1948. Aquí está Karin (Ingrid Bergman), quien quiere irse de allí cuanto antes, pero el permiso le es denegado por no tener dinero para partir. La única forma de hacerlo es casándose con Antonio (Mario Vitale), un soldado, con quien se va a vivir al pueblo de éste, Strómboli. Lo que Karin no sabe es que ha salido de un campo de concentración para meterse en otro, pues ya desde un principio vemos que Antonio no es del todo una persona de fiar. Pero eso ahora a Karin no le importa, quiere salir de ahí como sea. Al llegar a Strómboli la mujer se da cuenta de lo poco a gusto que va a estar: Strómboli es un viejo pueblo de pescadores semiabandonado, con la constante amenaza de los volcanes de alrededor. Incluso la gente que vivía allí se marchó porque no aguantaba más, ¿cómo va a poder Karin resistirlo aún sin estar acostumbrada?

Karin tratará de encontrar consuelo en el cura del pueblo, que únicamente le dice que tiene que sufrir, aguantar, humillarse y rezar. Únicamente le pide paciencia, no le da soluciones. La incomunicación que siente Karin es total, viéndose reflejada en su máximo esplendor cuando le suplica al niño que le hable, que le diga algo. Karin tratará de adaptarse a su nueva vida, pero cada vez le es más difícil: malas miradas de los vecinos, celos de su marido, etc.

Creo que en el personaje de Karin puede rastrearse la figura de Jesús. La mujer pasa todo un calvario. Desde el principio hasta el final de la película va de mal en peor, teniendo únicamente un mínimo respiro cuando su marido no está y tiene tiempo para aderezar la casa, algo que, por cierto, no gusta a su marido cuando vuelve. El sufrimiento que va experimentando Karin llega a su clímax, y de nuevo aquí podemos encontrar en cierto modo la figura de Jesús, cuando, en la cima del volcán, invocando a Dios, dice, refiriéndose a los habitantes del pueblo, “no saben lo que hacen”.
Strómboli, tierra de Dios es una película interesante de Roberto Rossellini que, a pesar de que no es cien por cien neorrealista (usa actores profesionales, y es sabido que ya cuando se casó con Ingrid Bergman el director romano fue abandonando el neorrealismo), sí hay quien la mete en ese mismo saco por presentar algunas características similares. Aquí también la vamos a enmarcar dentro del Neorrealismo italiano.


sábado, 8 de mayo de 2010

EL ESPÍRITU DE LA COLMENA, Víctor Erice (1973) [6/10]

En Hoyuelos, un pueblo de la Segovia de 1941, llega una función de cine para proyectar Frankenstein, de James Whale. Ana (Ana Torrent) e Isabel (Isabel Tellería) son dos hermanas que acuden a la proyección, quedando Ana marcadísima por la historia. ¿Por qué el monstruo mata a la niña? ¿Por qué luego le matan a él? Isabel le cuenta a su hermana que en el pueblo hay un espíritu similar, que sólo sale por la noche, y que sólo se puede hablar con el “si eres su amiga”.
El espectador asiste a la historia a través de los ojos de Ana, quien se obsesiona con la existencia del monstruo del mismo modo que todos en nuestra infancia nos obsesionamos con algo que, mientras el resto del mundo no le prestaba la más mínima atención, a nosotros no se nos quitaba de la cabeza. Creo que es ahí donde está la belleza de El espíritu de la colmena, en que la infancia está retratada y reflejada de una forma magistral.

La primera vez que vi El espíritu de la colmena no me gustó nada. Me pareció aburrida, lenta y apenas la supe valorar. Ahora, tras haber visto más cine lento de autores como Tarkovski o Bergman, al ver por segunda vez la primera película de Erice, puedo decir que la realización del filme es impecable. Los encuadres son perfectos, y la fotografía es majestuosa (en realidad, la labor de don Luis Cuadrado ya me llamó poderosamente la atención la primera vez que la vi). No obstante, por no sé qué razón, la película no me termina de llegar, y no consigo ver algo que, por lo que parece, todo el mundo logra ver. Y es que cuando a Víctor Erice, con sólo tres largometrajes, se le tiene considerado como un director de culto de los más importantes de la Historia del Cine, por algo será. Presiento que El espíritu de la colmena, y probablemente toda la filmografía de Erice, es una de esas películas que uno va valorando más a medida que la va viendo repetidas veces, y a medida que uno ser forma más y adquiere más conocimientos sobre cine e imagen. Porque lo que está claro es que no nos encontramos con una obra cualquiera.


jueves, 6 de mayo de 2010

DANZAD, DANZAD, MALDITOS, Sydney Pollack (1969) [4/10]

Sabía que Danzad, danzad, malditos era una película, que probablemente estaría basada en alguna novela, y de hecho conocía la expresión “danzad malditos”, la cual invitaba a ver la película, prometía bastante. Pero tras ver la obra de Sydney Pollack un servidor se ha llevado una decepción bastante grande.
El argumento, básicamente, consiste en que un elevado número de parejas se mete en un concurso para ver quién aguanta más tiempo bailando, y la pareja ganadora se llevará 1.500 dólares. No me ha atraído, no me ha parecido un argumento lo suficientemente interesante, y a partir de ahí, pues he tratado de disfrutar con los pocos momentos en los que la película me ha proporcionado algo de miga. Ningún personaje me ha generado empatía, ¡no digamos ya identificarme con él!, y la película me ha parecido aburrida. No lenta, no, aburrida.
Que sí, que eso de criticar a la sociedad del espectáculo, a la forma en que tenemos de divertirnos a costa de las desgracias de los demás, está muy bien, pero no estaría de más que fuese mediante un argumento más entretenido que el que presenta la obra.

La historia se desarrolla en el contexto de la Gran Depresión, cuando la gente era capaz de cualquier cosa con tal de llevarse algo a la boca, como si tenía que hacer el ridículo bailando hasta la muerte (en el caso del marinero, ¡literal!) delante de otras personas que, precisamente a base de reírse de ellos, escapaban también de esa terrible crisis económica y malestar social.

A medida que transcurre la película se van intercalando fragmentos de la escena de la detención y posterior juicio contra Robert (Michael Sarrazin) por haber matado a Gloria (Jane Fonda), anticipando en cierto modo lo que va a pasar, aunque el espectador no lo sabe. De hecho, la ambientación de dichas escenas, de carácter onírico, tampoco ayuda a comprender que se trata de un flashforward.

Los actores por lo general cumplen, destacando sobre todo el oscarizado Gig Young (que interpreta al presentador Rocky) y Susannah York, que interpreta a Alice, cuya mirada de loca en la ducha difícilmente puede estar mejor interpretada.

Creo que el querer criticar esa sociedad del espectáculo es algo muy positivo, y también valoro que Pollack se haya atrevido a hacerlo a través del cine (cayendo así en una curiosa paradoja), pero, si bien a esas parejas que estaban tan agotadas y tan exhaustas de tanto bailar se les decía “danzad, danzad, malditos”, no sería descabellado titular el filme Visionad, visionad, malditos, porque uno acaba igual de exhausto y de cansado tras ver este tostón de Pollack.


martes, 4 de mayo de 2010

EL VERDUGO, Luis García Berlanga (1963) [8/10]

Este blog ya lleva un tiempo abierto y aún no había colgado en él nada de cine español. Como semejante despropósito no podía pasar desapercibido por mucho más tiempo, el otro día volví a revisar El verdugo, del maestro Luis García Berlanga.

José Luis (Nino Manfredi) es un enterrador que se enamora de Carmen (Emma Penella), hija de Amadeo (Pepe Isbert), que trabaja de verdugo. Inicialmente sin la total aprobación por parte de Amadeo, José Luis y Carmen se casan, y para mantener su nivel de vida en su nuevo piso, José Luis deberá heredar la profesión de su suegro, a quien le quedan dos meses para jubilarse. Esa es la única condición que pone el Patronato de Vivienda, y lo cierto es que a José Luis no le hace ninguna gracia. Menos gracia le hará cuando llegue el primer condenado, y José Luis se verá en la disyuntiva de, o bien ejecutarlo y pasar un terrible mal trago, o bien abandonar el piso y quedarse con su familia en la calle.

Como no podía ser de otra manera, el guión de esta obra maestra corre a cargo de Rafael Azcona, referente del cine español. Azcona y Berlanga observan la sociedad española. Y la observan tan de cerca, tan con lupa, que agrandan sus defectos y nos los muestran con el estilo más cómico.
En las películas del director valenciano la crítica social es increíblemente feroz. En el caso de El verdugo, se centran en la pena de muerte, tratando el tema con una frivolidad y un humor negro como posiblemente jamás veremos en las pantallas, con tanta brillantez y elegancia. Por supuesto, la Iglesia también se lleva su parte en esta película de 1963, y el elenco de actores no puede ser mejor.

Hay quien dice que esta es la mejor película de Berlanga, y desde luego que es una de las mejores. Pero a mí, personalmente, la que considero la película perfecta, majestuosa y más increíble de Berlanga es Plácido, otra joya que algún día de estos también comentaré.


domingo, 2 de mayo de 2010

ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS, Tim Burton (2010) [5/10]

No había escuchado ninguna opinión favorable a la última obra de Tim Burton, y ya estaba mosqueadillo por el hecho de prever que el 3D se va a poner de moda y va a ser la nueva excusa para que entrar al cine cueste un cojón, pero aún así fui a ver Alicia en el País de las Maravillas, en 2D, ¡y en qué momento!

La película no es buena, así de claro. Tim Burton tenía ahí un montón de elementos a los que sacar jugo para hacer pasar un buen rato al espectador pero, por no se sabe qué razón, no ha querido hacerlo, y ha pasado lo que ha pasado, que hemos tenido una película sin jugo, sosa. Se echan en falta gags de las dos hermanas reinas, y también de los dos gemelos gordos, y en general de todos los personajes. No creo que sea difícil hacer algo medianamente correcto con ese tipo de personajes que tanto juego le darían a otros directores. No llego a empatizar con ninguno de ellos.

Lo mejor de la película son Helena Bonham Carter y Anne Hattaway, y el vestuario y la atmósfera en general. De lo demás me esperaba más, y me ha defraudado bastante. La película es muy floja.
Una vez vista, me alegro de no haberla visto en 3D, porque me ha salido más barato, pero me jode haberme gastado dinero en ella, porque lo llego a saber y me hubiera ahorrado seis eurillos.