miércoles, 28 de abril de 2010

AL FINAL DE LA ESCAPADA, Jean-Luc Godard (1960) [6'5/10]

Al final de la escapada, de Jean-Luc Godard, se considera la cumbre indiscutible de la nouvelle-vague, ese movimiento cinematográfico surgido en torno a los críticos de Cahiers du Cinema que venía a poner patas arriba el cine francés hecho hasta entonces. Su director, más maoísta que el propio Mao, era el más radical y transgresor en su realización, y de esto se puede dar fe tras haberle echado un vistazo a Al final de la escapada.
En ella, Michel Poicard (Jean-Paul Belmondo) es un sinvergüenza imitador de Bogart que va a París a cobrar un dinero (suponemos que sucio) que le deben. Para más INRI, en el camino mata a un policía, por lo que será buscado y se verá obligado a escapar continuamente de la justicia. La estancia en París la pasa en compañía de Patricia (Jean Seberg), una preciosa neoyorquina que vende el New York Herald Tribune por los Campos Elíseos para pagarse su matrícula en la Sorbona, y a la que Michel trata de convencer para que escape junto con él a Roma, todo muy romántico.

La producción se ve a simple vista que no contaba con mucho presupuesto, no hay más que ver esas tomas exteriores en las que la gente mira a la cámara, porque, ¡oh, sorpresa!, están asistiendo a un rodaje. El montaje de la película presenta cortes que no vienen a cuento, como ese en el que Michel, que tiene la jeta de denominarse a sí mismo como Laszlo Kóvacs, está con Patricia en el cuarto de baño de ésta, justo después de esa escena tan larga (puede que aburrida) de cama, en la que quizá aún sea demasiado pronto para que “se vea algo”. Como ya decimos, la película es muy de Godard, el más rompedor de los de la nueva ola, y Al final de la escapada en ese sentido también es muy rompedora, pero aparte de eso no tiene más interés. Hoy día diríamos que es una película mal hecha, de estudiante de primero.

Al protagonista de la película le reconozco el mérito de haber originado ese gesto tan sexy de acariciarse el labio inferior con el pulgar, gesto que más tarde copiaría Martini. Pero he de reconocer que, si el protagonista de una película no me cae bien, es difícil que trague dicha película. Es precisamente eso lo que me pasa con Michel Poiccard, que me cae mal, me parece el típico gilipollas que odiaría a muerte. Y ojo, esto no quiere decir, evidentemente, que sólo pueda con películas en las que los protas son “los buenos”, porque la verdad es que Paul y Peter de Funny Games, independientemente de sus fechorías, no caían mal al espectador.

Otros aspectos destacables de esta obra de Godard son sus guiños cinematográficos, tales como esa chica que vende ejemplares de la Cahiers du Cinema o ese cine con Hiroshima mon amour en cartelera. O también, sin ir más lejos, ese cameo del propio Godard.
Por último, decir que, con esa música, da la impresión de que el director se está riendo de las películas policiacas, aunque conociendo a Godard, bien se podría estar riendo de todo y haciendo lo que le da la gana, que para eso es uno de los realizadores llamados a convertirse en amo y señor del celuloide.

1 comentario:

  1. Con el paso del tiempo mi opinión es que está sobestimada, y Godard mitificado en exceso. "Vivir su vida" y poco más.

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